La consigna está clara: «Ya no es tiempo para vivir avergonzados del Evangelio». La tarea es inmensa: Recristianizar la humanidad, construir la civilización del amor. Esto lo vamos a lograr no llorando por la pérdida de la fe, ni limitándonos, como muchos pastores, a mostrar nuestra preocupación y enfado por el avance de las sectas y la secularización galopante, sino formando líderes y dirigentes, hombres y mujeres convencidos de su fe, capaces de darla a conocer a los demás con fuerza, claridad y convicción. El líder cristiano no es sino un apóstol profesional, un creyente que irradia su fe, uno que sabe vivir y hacer vivir un cristianismo integral. Este curso quiere ayudar a inyectar dinamismo a todos los grupos que quieren ser sal de la tierra y luz del mundo, iluminándolos con la luz del Evangelio y el ejemplo de Cristo.
Los tiempos reclaman la acción. «Los daños derivados de la difusión del secularismo en los ambientes dirigentes de la sociedad, tanto políticos, como económicos, sindicales, militares, sociales o culturales, muestran la urgencia de una nueva evangelización de los mismos, la cual debe ser alentada y guiada por los pastores, llamados por Dios a atender a todos. Es necesario evangelizar a los dirigentes, hombres y mujeres, con renovado ardor y nuevos métodos» (La Iglesia en América n. 67).
El Espíritu Santo está suscitando numerosos movimientos de seglares. La evangelización del tercer milenio depende, en gran parte, de que estos grupos y movimientos suscitados, adheridos a sus pastores, formen una fuerza compacta, organizada, sólidamente formada, fieles al Magisterio; capaces de comunicar con fuerza, claridad y convicción, el gozo de la fe.
Acecha el peligro de que muchos de estos grupos y movimientos se conviertan en un conglomerado de gente buena pero sin incisividad, sin influjo ni empuje apostólico. Para que esta fuerza poderosa de las asociaciones laicas no se empantane, es necesario hacerlas pasar por las turbinas de una formación progresiva, sistemática, en la fe y en la acción apostólica, a lo cual quiere ayudar este curso y todas las publicaciones de hombre nuevo.
El liderazgo evangélico.
Hoy se escriben muchos libros sobre liderazgo, de como influir sobre los demás. Muchos de estos libros manejan el marcado más barato y más cotizado entre la gente, es decir el éxito personal, el arte de influir sobre los demás. Sin quitar el valor práctico que estos puedan tener, estos libros pervierten el sentido de un verdadero apostolado porque, el apóstol se convierte en empleado, el apostolado en una compañía y se pone la técnica por encima del Espíritu y esto mata el alma de todo apostolado. El apóstol líder no es el que tiene más influencia sino mayor ascendencia, la ascendencia se adquiere porque uno se exige más a sí mismo; porque perciben con más claridad la urgencia de la misión y la grandeza del ideal. No se trata de aprender técnicas sino de ser y de vivir.
No es casualidad que, en una encuesta hecha a jóvenes de todo tipo de cultura, raza y credo, hayan coincidido en escoger a los llorados San Juan Pablo II y a la Santa Madre Teresa de Calcuta como los líderes más sobresalientes al inicio de este milenio.
El cristianismo es un llamado al frente, a ser agentes de cambio y no espectadores pasivos. El liderazgo cristiano es una vocación, un llamado a ser, y a ser mejor; un llamado a romper las fronteras de lo ordinario y vulgar, un reclamo a la fecundidad.
La Iglesia Católica no es elitista, es la Iglesia de todos, acepta a todos; acoge a todos sin distinción alguna, y acoge a todos como son, pero nos presenta un modelo de lo que debemos ser: Jesucristo.
El líder cristiano, no es una persona excepcional, es simplemente un hombre, una mujer, que influye y arrastra porque pisa fuerte tras las huellas de Cristo, porque «conocer a Jesucristo es nuestro gozo, seguirlo una gracia, transmitir este tesoro a los demás un encargo del Señor» (Aparecida n. 18).
17-Sep-2021