JESÚS DE NAZARET es la figura más grande de la historia universal, cualquiera que sea la postura que se lome hacia él de creyente o de no creyente. Por más que la cultura vaya progresando sin cosar y las ciencias naturales vayan creciendo en extensión y profundidad, por más que se siga descubriendo nuevos universos y el entendimiento humano se ensanche cuanto quiera, nunca llegará a sobrepujar la sublimidad moral y humana del DIVINO JESUS. Pero el incrédulo, al enfrentarse con el misterio de la persona del DIVINO JESÚS, no tiene la opción de creer o no creer, sino de creer y constatar cómo su divinidad está en perfecta armonía con los hechos sorprendentes que narran los evangelistas y que cambiaron la historia del hombre, o tener que aceptar la contradicción, de atribuir estos hechos maravillosos a un personaje insignificante o a unos pescadores ilusos que hicieron de un facasado en la cruz y de una tumba vacía su actor argumento.